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La rebeldía infantil puede aparecer en distintas etapas del desarrollo del niño. No tiene una duración determinada y tampoco presenta las mismas características en todos los niños ya que dependerá por un lado, del carácter del pequeño y, por otro, de la actitud de padres y/o educadores. Cabe destacar que esos periodos de rebeldía que se producen a lo largo del desarrollo son algo normal. Lo importante es conocer las pautas generales para manejar dicha rebeldía y contribuir de esta forma al desarrollo de la identidad de los niños sin que esto conlleve problemas de conducta.

Las pautas más eficaces para corregir a un niño “rebelde” son las que motivan a los pequeños con el refuerzo de sus aspectos positivos.

CONSEJOS PARA GESTIONAR LA REBELDÍA

• Normas y límites

Establecer normas razonables, claras y coherentes (hábitos, horarios fijos, restricciones adecuadas a la edad), no cambiarlas y no ceder. Se trata de enseñar y mantener unas normas de convivencia (las mismas que se van a encontrar en la sociedad). Las normas no son castigos, son formas de actuar en contextos determinados y hay que enseñarlas.

El aprendizaje de estas normas es progresivo y, a veces, es importante transformar lo que para ellos es una orden (“recoge tu cuarto ya”) en una forma de compartir tareas o una diversión (“Te ayudo a recoger tu cuarto y después tú ayudas a mamá a hacer un dibujo, ¿vale?”).

• Ser consecuente con lo que se dice.

Si algo está mal, está mal siempre “Nunca se cruza un semáforo en rojo”, y “Nunca se dicen palabrotas”. Con un niño no se puede proceder de manera arbitraria, ignorando o riendo un mal comportamiento (reír la primera vez que dice alguna palabrota) para en otro momento reprenderlo.

• Enseñar con el ejemplo.

“Te he dicho que no grites”. De nada sirve pretender que el niño no grite si nosotros le decimos esta frase con un tono muy elevado. Para el niño supondrá un contrasentido.

• Reforzar los comportamientos positivos.

Es importante prestar atención cuando se porta bien y hacerle saber que sus buenos comportamientos se notan y son apreciados “Estupendo cariño, estoy muy contenta porque te has portado muy bien en la consulta del médico”.

• Solventar los momentos de tensión.

Establecer un paréntesis, para más tarde, una vez sosegado, abordar su resolución con mayor perspectiva. La paciencia, la comprensión, el control (cosa nada fácil) y, en algunas ocasiones, un poquito de humor (puede ser muy positivo introducir una broma que capte su atención) son los mejores aliados para resolver situaciones.

ANTE UNA ACTITUD REBELDE…

• Mirarle y que nos mire.

Los niños se distraen con facilidad y los padres deben asegurarse de que el niño les mira cuando se le está hablando.

• Apoyarse en el gesto.

Cuando se le mira fijamente es muy eficaz, es decir, ‘poner caras’ (enfadado, contento, triste).

• Hablar con voz sosegada y firme.

Si siempre se habla al niño con voz severa o se levanta la voz al pedirle algo, aprenderá a desconectar hasta que la voz de sus padres alcance el volumen máximo.

• Evitar utilizar preguntas en vez de afirmaciones.

No sería correcto preguntar: ¿nos vamos a casa?. En su lugar, “Nos vamos a casa, cielo”.

• Utilizar frases sencillas.

Los niños no entienden las ironías. En lugar de utilizar una frase como: “Tú sigue así que me tienes contento”, es mejor ser claro y directo: “Me estoy enfadando”.

• Decir al niño lo que se piensa.

Los padres deben explicar al niño los sentimientos que producen sus acciones o actitudes en lugar de criticarle directamente “Carlos cariño, mamá está muy triste porque has insultado a una amiga que quiere mucho”.

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